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Tras la pista de las mafias que organizan las pateras a Canarias

Nueve policías españoles luchan en el norte de África contra las redes marroquíes y subsaharianas que trafican con personas

Patricia Ortega Dolz
Soldados marroquíes reparten botellas de aceite entre los habitantes el martes 24 de noviembre en Dajla (Sáhara Occidental).
Soldados marroquíes reparten botellas de aceite entre los habitantes el martes 24 de noviembre en Dajla (Sáhara Occidental).Francisco Peregil

Cientos de subsaharianos esperan en campamentos en zonas boscosas del interior de Nador (montes de Zeluan, norte de Marruecos). Los migrantes denominan “trankilos” a esos sitios, antesala de su travesía marítima hacía Europa. Un hombre está al mando en esos lugares. Les provee de víveres, plásticos para construir las tiendas de campaña bajo las ramas de los árboles, mantas, y decide quiénes saldrán en la siguiente expedición a la costa, para embarcar hacia la península.

Otros grupos, llegados hasta El Aaiún por la ruta (más segura) de la costa mauritana, esperan su momento hacinados y escondidos en infraviviendas, conocidas como “foyer”, donde también una persona dirige y pone fecha y hora al día que embarcarán hacía Canarias. Las mafias de subsaharianos que trafican con sus compatriotas desde la zona pagan una suerte de impuesto a las marroquíes por “trabajar” en su territorio. El boyante “negocio” (entre 1.000 y 2.000 euros por persona traficada) da para todos.

Un poco más al Sur, en la provincia saharaui de Dajla, cientos de jóvenes marroquíes aguardan en hostales, apartamentos, o en la calle, la señal para subirse a la barca rumbo a Gran Canaria, Lanzarote o Tenerife. Las tres islas hacen de parapeto a las corrientes Atlánticas, abriendo canales navegables a motor para alcanzar sus costas en una sola jornada.

En el “trankilo”, en el “foyer”, en el apartamento o en el hotel, en las aldeas y en los pueblos, todos saben quiénes son los que organizan los viajes. Y todos saben que el que no ha pagado no sale.

“Los subsaharianos esperan en peores sitios y condiciones, viajan por mil euros y en malas embarcaciones (neumáticas), apelotonados… Las mafias de esos países del África negra son despiadadas, meten a mujeres, a niños, a bebés... No les importa si llegan o no”, explica un agente conocedor de la situación. Así, desde que antes del verano comenzó a vislumbrarse la crisis migratoria en España, con más de 19.000 personas llegadas a Canarias en lo que va de año, se estima que al menos 600 jóvenes procedentes de aldeas senegalesas se han ahogado.

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Fuentes policiales canarias calculan que un 70% de las personas que han llegado al archipiélago proceden de Marruecos y, de ellas, el 70% son marroquíes y más de la mitad han partido de Dajla: “Embarcaciones blancas con una numeración que empieza por 12, el sector pesquero de esa provincia”. Esas barcazas, que no llevan más de 20 personas, salen de cualquier pequeña población de la costa.

Represalias

“Las mafias marroquíes cobran entre 1.500 y 2.000 euros por persona, utilizan embarcaciones más seguras, montan a menos gente, llevan dos motores por si uno falla, y nunca meten a niños ni a mujeres, por razones culturales y familiares, y porque tratan de garantizar la llegada ya que son conscientes de que, si naufragan, encontrarán represalias en sus pueblos después”, explican las mismas fuentes. Ocho inmigrantes marroquíes perdieron la vida la semana pasada al zozobrar una embarcación en Lanzarote. “Llevan toda la ropa que tienen puesta para paliar el frío e impermeables, en cuanto caen al agua se hunden”, explica quien participa en rescates.

Nueve agentes de la Policía Nacional, tres en Níger y seis en Mauritania, de la veintena de efectivos de ese cuerpo destinados en el Sahel (franja que separa el África desértica del África verde: Mauritania, Mali, Níger, Chad…), investigan sobre el terreno y al detalle el funcionamiento de esas mafias: nombres de quienes las dirigen, vehículos que usan, lugares y personas que frecuentan, sitios donde viven… Y pasan la información a las autoridades locales que “unas veces intervienen y otras no”, señalan fuentes policiales. El resto de agentes de ese cuerpo “son agregados, consejeros, oficiales de enlace…”.

La ley en las paradas previas a la incierta travesía marítima la imponen las mafias. “Tienen un alto mando, que suele ir escoltado; cuentan con responsables de logística: encargados de captar y mantener alimentados y ocultos a los migrantes, otros que les transportan hasta la costa con coches lanzadera para eludir controles o hasta el lugar desde siguen a pie para pasar desapercibidos, guías locales que les acercan hasta la embarcación, otros que les facilitan las barcas y los permisos (de pesca), los motores y las bujías de repuesto, los que se encargan de comprar los bidones de gasolina y de aceite para alimentar esos motores de 30 y 40 caballos… En todas las expediciones hay un individuo con conocimientos de mecánica que gobierna el barco, a veces solo con el GPS del móvil. Está todo pensado milimétricamente y si alguien de la organización falla los castigos son crueles porque se pierde mucho”, describen quienes las conocen.

Patrullajes

La Guardia Civil cuenta con una veintena de agentes desplazados en la zona de Sahel (“fluctúa según evolucionan las misiones”), que realizan labores de patrullaje en la costa de Senegal y Mauritania y forman a policías locales en Níger, Mali y Mauritania para cortar el paso a las redes que trafican con personas, drogas, armas... Los grupos “policriminales” están a la orden del día, según fuentes del Instituto Armado allí desplegadas.

El Ministerio del Interior, que no da cifras “por motivos de seguridad”, expone así la lucha contra las mafias: “Se lleva a cabo con equipos conjuntos de investigación contra organizaciones delictivas de tráfico de personas de Policía Nacional en Mauritania, Níger, Senegal y Gambia, además de la relación estable de intercambio de información con otros países como Marruecos o Argelia. Y patrullas conjuntas de Guardia Civil en Mauritania y Senegal”. Y añade: “Hemos mandado a Mauritania un avión de vigilancia marítima c-235 que patrulla para evitar salidas en origen, desde octubre. Y a corto-medio plazo vamos a tener entre Mauritania y Senegal: un buque oceánico, una patrullera de altura, un helicóptero y una embarcación semirrígida”. Pero quienes luchan contra las mafias consideran que esos medios “solo les facilitan el trabajo”, ya que “sirven a las organizaciones para convencer a los migrantes de les rescatarán”.

Las autoridades españolas mantienen una fluida colaboración en materia antiterrorista con Marruecos; sin embargo, no existe aún un agente español de enlace para temas migratorios.

Las razones esgrimidas por los expertos en materia de Extranjería ante la aparente inacción de Marruecos en este asunto son variadas: “Falta de efectivos”, “distintas prioridades (guerra reabierta en el Sáhara Occidental)”, “jóvenes que se van y mandarán divisas a sus familias”, “corrupción de autoridades locales”, “es también una forma de ejercer presión sobre el Gobierno español para que se pronuncie a su favor en Europa”… Pero el principal efecto llamada es la pandemia y las mafias se han encargado de pregonarlo: “Ahora no te echan”. Todos los que embarcan saben que no les pueden devolver porque las fronteras están cerradas.

El pasado 20 de noviembre, el ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska viajó a Marruecos para pedir su colaboración, pero no aclaró si volverían a reactivar el convenio de repatriación que permitía devolver, a sus nacionales. Y las mafias siguen vendiendo más que nunca “billetes solo de ida”.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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